Conseguir la investidura es un problema político, no constitucional. Los cambios propuestos no solventarán nada.
Habrá que esperar hasta el 23 de septiembre para ver si es posible la formación de un Gobierno en España. Por lo pronto, una de las principales lecciones que puede extraerse es que la investidura fallida de Pedro Sánchez ha evidenciado, una vez más, las dificultades para formar Ejecutivos de coalición después de 40 años de democracia. Estas son, sin duda, tributarias de la falta de acomodo al tránsito entre el bipartidismo y un sistema de partidos fragmentado, de la aparición de nuevos actores —y con ello una compleja y nueva red de relaciones interpartidistas e interpersonales—, así como de la decisiva, aunque no insólita, interacción de la arena política estatal con la catalana. Por el contrario, no son debidas, y ello es revelador, a factores ambientales que acostumbran a rebasar el control de los dirigentes políticos, como el papel de los medios de comunicación y de los agentes sociales y económicos, o de las reacciones de otros Gobiernos o de la propia Unión Europea. Enlace al articulo entero